El 41% de las familias de clase media está a punto de caer en pobreza o de volver a ser pobre. Este duro pero intuitivo dato, en el marco de profundas transformaciones culturales, sociales y políticas que con fuerza se sienten desde 2019, pero que se arrastran desde años atrás, se vuelve un imperativo abordar la fragilidad en que vive la población chilena, y poner el acento en políticas públicas que permitan cerrar las brechas.

¿Qué debe priorizarse? De acuerdo a la evidencia, es obvio que los recursos deben ser invertidos en las futuras generaciones. Sin embargo, contrariando a la lógica, a los datos y al consenso, los niños están siendo progresivamente desplazados dentro de las prioridades de la agenda pública. ¿Habrá algo más injusto, cortoplacista y desigual que no priorizar a los niños? Quizás sí: que en el futuro, estas mismas generaciones desplazadas y dañadas por nuestra indiferencia terminen consolidando la tendencia al bajo crecimiento demográfico del país. Si tratamos mal a los niños, ¿qué sentido le verán, cuando sean adultos, a traer hijos a este mundo que los castiga?

Algunos datos que desnudan la contradicción que vivimos. Entre septiembre y noviembre de 2023, el paro en los colegios SLEP de la región de Atacama superó los 70 días, dejando a miles de estudiantes sin clases por fallas graves de infraestructura y gestión, con todas las gravísimas consecuencias que se sigue de la inasistencia. En 2024, el ausentismo y estancamiento de aprendizajes (especialmente en 6° básico) tuvieron niveles significativamente altos. En octubre de ese año, la JUNAEB no terminaba de entregar los útiles escolares. Por último, las denuncias por convivencia escolar han alcanzando récords históricos en el último tiempo.

La necesidad de invertir en educación escolar y parvularia es innegable. Un tal diputado Boric así reclamaba años atrás. Esto es casi un lugar común más, pero como suelen ser los lugares comunes, sirven de casi nada. ¿Qué vemos en el presupuesto para 2026? La gratuidad universitaria sigue creciendo (este año, en un 10%), mientras que el presupuesto en útiles escolares, la Subsecretaría de Educación Parvularia, Fundación Integra, la Junji, y el fondo de apoyo a la educación parvularia bajan. Estos cambios dan cuenta de que la fuerza social que tiene la gratuidad universitaria y el compromiso que el Frente Amplio adquirió con las generaciones que se benefician de ella (¿sus pares?) hacen imposible priorizar a los niños. Al menos, de parte de este gobierno.

Estas prioridades mal puestas hacen aumentar las brechas, las que solo serán cerradas si la inversión es más cercana a la cuna que al título universitario. Y de paso, impiden proyectar un Chile con más niños: la dimensión cultural de la crisis de natalidad (aquella que alienta a no tener hijos por el entorno) se consolida si los incentivos, los recursos y las prioridades están puestas al revés.

Cristián Stewart es director ejecutivo de IdeaPaís. Columna publicada en La Segunda, el 09 de octubre