Señor Director:
Tal como señala la académica Malba Barahona en su carta (jueves), ser profesor no es sólo pararse frente a una sala. Por lo mismo, los paros realizados por profesores son utilizados como mecanismos de presión para la obtención de determinados beneficios.
Desgraciadamente, el panorama que queda al descubierto no es sólo la valorización de la profesión docente, sino los miles de niños que ven interrumpidos sus aprendizajes (recordemos los más de 80 días en Atacama), y la falta de alternativa de sus familias que, normalmente trabajan, mientras sus hijos estudian. De hecho, en Francia, para salvaguardar el derecho a huelga de los docentes, se opta por la misma solución que en Huechuraba: el municipio se encarga.
En lugar de proclamar consignas, trabajemos por políticas públicas que protejan el derecho a la educación de los niños y, a la vez, valoren la función del profesor. Omitir las consecuencias de los paros en los aprendizajes no va en esa dirección.
Francisca Figueroa es investigadora de IdeaPaís Carta publicada en La Segunda, el 23 de mayo.