La pregunta más repetida luego del debate organizado por ARCHI fue si acaso el desempeño de los candidatos de segunda vuelta logró mover la aguja de cara al balotaje del 14 de diciembre. La respuesta es negativa en tres sentidos. 

El primero es el más obvio: ningún candidato logró un desempeño como para dar vuelta el escenario. Jara ciertamente aprovechó el espacio, y combinó propuestas programáticas potentes con ataques arteros. No se guardó nada: abusos del empresariado, machismo, colusiones, Pinochet y otros artilugios de dudosa honorabilidad («responde poh», «así no vale»). Su agresiva estrategia, sin embargo, chocó con un Kast porfiado y dubitativo, a ratos firme y a ratos débil, quien con tal de no salirse un milímetro de su libreto, no le importó repetir varias veces «depende» ni pasar ante preguntas relevantes.

Resulta difícil pensar que un debate presidencial, por sí mismo, logre generar un espacio tan potente de intercambios como para mover el tablero estrepitosamente. Incluso si Jara hubiera tenido un desempeño brillante, y JAK hubiera hecho agua, ella no lograría la hazaña a través de un debate electoral. No solo porque quienes ven el debate son personas cuyo voto está ya prácticamente definido, sino porque esas preferencias se basan más en la trayectoria política de los candidatos, en el lugar donde se paran en el clivaje Apruebo-Rechazo, y en si son continuidad o cambio de gobierno. Es ahí donde Jara la tiene muy cuesta arriba.

El segundo sentido en el que no se mueve la aguja, es en la confrontación-ambiente que se vio en el debate, muy consistente con la crispación que reina en nuestra política nacional. No habíamos visto este año un debate con este nivel de virulencia, presenciado ayer por casi 5 millones de personas. Esto es malo no solo en sí mismo —la polarización termina paralizando a los países que pretenden avanzar— sino también para los mismos candidatos. En particular para la candidata oficialista: en lugar de seguir el manual según el cual en segunda vuelta debe apostarse al votante medio para aumentar su escueta base de apoyo actual, Jara anticipó —en poco rato— el tono que ella misma usará como protagonista desde la oposición en el próximo ciclo.

Por último, el debate tampoco mueve la aguja en la manera de abordar problemas complejos que nos afectan como nación. Se vio baja capacidad de hacer distinciones en asuntos especialmente delicados, como migración, tomas de terrenos, derechos sociales y en crecimiento económico. Si a esto le agregamos el formato binario de las respuestas, donde los «sí o no» son más importantes que sus fundamentaciones, poco podemos avanzar.

La pelea burda consolida el hartazgo, la apatía y la desconfianza de la población respecto de estos temas. Esperemos que a partir del 11 de marzo, el viento cambie de manera drástica.

Cristián Stewart es director ejecutivo de IdeaPaís. Columna publicada en La Segunda, el 04 de Diciembre