Urgencias para una Latinoamérica en busca de sentido

La semana pasada, en Miami, se llevó a cabo un encuentro de la Unión de Partidos Latinoamericanos (UPLA) junto a varios centros de pensamiento de la región, a partir del cual me parece relevante destacar al menos cinco urgencias que la derecha debe enfrentar para volver a dotar de sentido a la política latinoamericana:

 

El crecimiento económico no basta

Si bien es cierto que nuestra región llora por mayor estabilidad y crecimiento económico, es crucial comprender que este desafío no puede ser el único en nuestro horizonte político. Si algo nos demuestra la experiencia chilena es que el solo crecimiento económico no genera prosperidad -en un sentido humano integral-, ni tampoco es garantía de cohesión social.

La posmodernidad nos ha dejado huérfanos de estructuras que entreguen orientación y sentido: la familia, la religión o el estado. Sin una narrativa que unifique y eleve a nuestros pueblos, el crecimiento se convierte en una carrera sin destino. La reconstrucción de un “nosotros” es más urgente que nunca: necesitamos una moral pública compartida, donde la solidaridad -el sentirnos y hacernos responsables todos de todos- no sea solo un eslogan sino un principio estructural del orden político.

El estado de derecho en disputa

Urge reafirmar la necesidad del estado de derecho en nuestros países. En Cuba, Venezuela y Nicaragua los pueblos sufren su ausencia bajo regímenes comunistas, El Salvador bajo uno de índole populista., Colombia, Ecuador y México sufren permanente ataques a figuras políticas por parte del crimen organizado, Haití prácticamente no tiene gobierno, Chile tiene un conflicto abierto en la zona sur con grupos mapuches, Bolivia y Perú tiene un estado en constante crisis institucional. Como se ve, los ejemplos para recalcar esta urgencia son muchos y variados.

Sin embargo, el desafío es mayor a una sola reafirmación. La forma de operar de las nuevas izquierdas contempla una delicada operación por reemplazar el significado de los conceptos aún manteniendo, en apariencia, los mismos términos. Un ejemplo de esto es que, manteniendo la noción de estado de derecho, se transforma el contenido de los derechos humanos para implementar un sistema judicial que trata distinto a personas según su etnia o grupo originario, dinamitando con esto la igualdad ante la ley que el estado de derecho exige. Esgrimiendo el concepto de “lawfare”, instan por la instrumentalización política del sistema judicial introduciendo una lógica de sospecha que erosiona la confianza en la aplicación de la justicia. Una derecha que no sea consciente de esta mutación del lenguaje será ciega ante la necesidad de, no solo sostener la importancia del estado de derecho, sino de dotarlo de sentido y conducción política para lograr lo que efectivamente busca construir.

Construcción progresiva de la soberanía nacional

Mientras Estados Unidos repliega su inversión en la región, el financiamiento proveniente de China inunda nuestros países con infraestructura, tratados de comercio e inversión. Nuestros gobiernos, de cierta manera, se ven “obligados” a escoger entre dos polos mundiales opuestos.

Esta dinámica debe poder ser ponderada contra los peligros de construir nuestros países sobre bases de dependencia estructural. La región necesita con urgencia desarrollar capacidades productivas propias, inversión en ciencia y tecnología y economías sólidas que alivianen el peso de la influencia externa y, ante todo, la influencia de países que se basan en sistemas completamente opuestos a la democracia que buscamos fortalecer.

Entre el proteccionismo cerrado y una apertura irresponsable debemos transitar en esa zona media que busque construir progresivamente la soberanía nacional.

Multilateralismo como freno al conflicto

Defender el multilateralismo no es ser un globalista, como algunas narrativas buscan imponer. Consiste, más bien, en  sostener que frente a cualquier conflicto siempre será mejor un llamado al vecino antes que la agresión. Este principio de no agresión mutua y solución pacífica de conflictos devienen en estructuras de acuerdos, protocolos, diplomacias y organismos internacionales.

Usualmente se evalúa el desempeño de los organismos internacionales en función de si logran cumplir ciertos objetivos concretos,como podría ser recobrar la democracia en Venezuela o Cuba. Sin embargo, es relevante destacar que la legitimidad no responde necesariamente a resultados inmediatos o de corto plazo, sino más bien a su capacidad para desactivar de forma generalizada, los impulsos violentos propios de los países. En ese sentido, el horizonte es evitar la guerra al tiempo que permitir una colaboración proactiva por parte de nuestros países.

Una lucha global contra el crimen organizado

Ningún país podrá combatir solo la expansión del crimen organizado. Lo que antes fue una estructura jerarquizada y rígida de crímenes asociados al tráfico de droga hoy se presenta como una red de múltiples nodos no jerarquizados de grupos con enfoques comerciales muy diversos. La explotación ilegal de minerales en el Amazonas, la venta de remedios falsos, la trata de personas son sólo algunos ejemplos de la “diversificasión comercial” del crimen organizado, convirtiéndolo en un fenómeno mucho más complejo y difícil de enfrentar.

Por esto, es urgente asumir a la brevedad que no estamos ante una simple crisis de seguridad, sino ante una amenaza existencial que descompone la vida social, corrompen toda estructura política, convierte a los niños en soldados y erosiona el estado de derecho de nuestras democracias. Esta amenaza requiere de una estrecha colaboración internacional: inteligencia compartida, tratados internacionales eficaces, inversión en educación preventiva y recuperación del control estatal en zonas abandonadas.

La hora de América Latina no llegará por inercia, habrá que construirla con coraje. Para esto no bastan unas cuantas políticas públicas fragmentadas, sino que se necesitará una visión cultural integral, una soberanía fortalecida y una contundente respuesta regional contra el crimen organizado. Solo entonces podremos decir que la promesa de nuestra región comenzará a cumplirse.

Michael Comber es director de formación de IdeaPaís. Columna publicada en El Líbero, el 27 de junio.