Entrevista a Eduardo Valenzuela

Entrevista a Eduardo Valenzuela

Ensayo | Revista Raíces | edición nº5 | por

José Manuel Cuadro
Investigador
IdeaPaís

Emilia García
Investigadora IdeaPaís

José Manuel Cuadro
Investigador
IdeaPaís

Emilia García
Investigadora
IdeaPaís

Eduardo Valenzuela (67) no se sorprende cuando lo invitamos a hablar de los dilemas de la juventud. A pesar de ser una etapa que dejó atrás el siglo pasado, para el reconocido sociólogo sigue siendo uno de sus principales objetos de estudio y, a diferencia de lo que uno podría creer, es optimista con respecto a esta generación.

Galardonado en 2022 con el premio Abdón Cifuentes por su extenso trabajo e impacto en la sociedad chilena, actualmente es director de la Encuesta Bicentenario UC, la cual hace algunas semanas publicó los resultados de su versión 2022. Entre los múltiples ámbitos de la sociedad que aborda –religión, familia, trabajo, identidad nacional, entre otros–, Valenzuela identifica un hilo conductor que atraviesa todos los fenómenos: “La gente rechaza las instituciones”, dice. “Los sociólogos hablamos de desinstitucionalización de la experiencia. Queremos participar políticamente, pero no a través de los partidos políticos; queremos creer, pero no a través de una iglesia establecida; queremos vivir en pareja, pero no casarnos”, afirma el profesor titular del Instituto de Sociología UC y ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales.

¿Por qué cree que los jóvenes están viviendo este fenómeno de desinstitucionalización?

“La juventud está asociada a la ausencia de responsabilidades muy perentorias, al cumplimiento de deberes. Y hay un fenómeno más profundo que se llama individualización. La gente valora más la autoexpresión personal, los ambientes donde puede expresar su yo interior. Y es un proceso inevitable en el mundo moderno. Y las instituciones, en ese contexto, devienen demasiado impersonales, estandarizadas, estereotipadas y exigentes. Entonces, hay una cierta reticencia a constituir tu experiencia en instituciones compulsivas.”

 

Los resultados de los últimos años –y lo confirma la última versión– muestran una sostenida frustración de expectativas en torno al desarrollo del país, sobre todo en jóvenes, como por ejemplo, en la superación de la pobreza o la posibilidad de adquirir una vivienda propia. ¿A qué se debe esa “desesperanza” frente al futuro del país?

“El país tuvo dos décadas de prosperidad económica, un país que crecía sostenidamente, con logros evidentes en materia educativa, consumo, acceso a bienes. Y la última década ha sido una década de ralentí, el ciclo de prosperidad se acaba y aparecen conflictos como el étnico, el migratorio, que van produciendo este efecto de desesperanza, pesimismo en la capacidad del país de resolver sus problemas. Aún así, no estamos en un punto crítico, si uno lo compara con datos de otros países de América Latina, los jóvenes en particular, siguen sosteniendo mayoritariamente que están mucho mejor que sus padres cuando ellos eran jóvenes.”

No obstante lo anterior, Valenzuela cree que las generaciones adultas no temen dejar a sus hijos un país peor que el que recibieron. “La gente piensa que las cosas van a ser mejores en el futuro. La gente te dice «estamos mejor que lo que estuvieron nuestros padres a la edad que tengo, y nuestros hijos con seguridad estarán mejor». Quizás no tanto mejor, pero mejor”, puntualiza.

 

Adquirimos muchas cosas materiales en esas dos décadas, pero pareciera ser que algo se perdió en el camino por este crecimiento tan acelerado.

“Cuando te preguntan ¿usted está mejor que sus padres? la gente te dice que sí, incluso mejor de lo que estuvieron ellos en cosas como disponibilidad de tiempo, o calidad de la vida familiar. No solo porque tengo mejor trabajo, mejor ingreso (cuadruplicamos el ingreso per cápita), sino incluso en las cosas no materiales. Eso es muestra de que también fue un progreso no solo económico. Tuvimos un momento especial, con instituciones sólidas y respetadas. Claro que hubo consumismo, exceso de mercado y mucho individualismo, que es lo que pasa con el crecimiento económico. Cuando el país es dinámico y prospera se crea la idea de que basta el mérito para conseguir todo. De que no necesitas de los demás, no necesitas solidaridad. Hubo una cierta ilusión de que el esfuerzo individual bastaba.”

 

Que podíamos prescindir de los otros…

“Exacto, que podíamos prescindir de los demás… y sobre todo prescindir de la sociedad, del apoyo que lo social le brinda a las personas, de la solidaridad.”

 

 

Llama la atención que, a pesar de que la familia sigue siendo el espacio que genera mayor identificación, las identidades emergentes destaquen por su carácter individual. ¿Por qué cree que hay mayor preponderancia de lo individual como “cuidar una mascota” y menos, de actividades comunitarias como “participar de una organización social»?

“No hay ninguna contradicción entre la familia y la individualización. La familia es precisamente ese lugar donde puedes exponer el yo. De hecho, es casi el único lugar hoy día donde justamente puedes desplegar tu individualidad, es el lugar de la individualización. Puedes dar rienda suelta a tus emociones, ¿por qué? Porque vas a tener al frente a un padre, una madre, que van a comprender y tolerar que te expreses personalmente, incluso a veces de un modo indecente. El valor de la familia se ha realzado precisamente porque permite el despliegue de la individualidad. Porque la gente no está pensando en la familia en el sentido tradicional, como un aparato de socialización, de normalización. Al contrario, la familia ha perdido todas esas funciones. Hoy es básicamente el lugar donde tú recibes el apoyo emocional que necesitas para vivir, no las normas, los valores. Los padres han renunciado a ser autoridad y lo que ofrecen hoy es apoyo en las decisiones.”

 

¿Y es eso suficiente para definir «familia»?

“No lo sé, pero es el modo moderno de hacer familia. Puede ser un lugar curiosamente de desocialización, más que de socialización. Donde no te enseñan a convivir con los demás, sobre todo con los extraños. Sino el lugar donde lo que se enseña implícitamente es a ser tú mismo.”

 

 

Cohesión social

La cohesión social es otro de los temas abordados por el sociólogo en sus investigaciones. Destaca, sobre todo, su libro “Vínculos, creencias e ilusiones” donde detalla que este término en América no descansa sobre una base cívica y asociativa. Al respecto, Valenzuela identifica que el principal desafío que tiene hoy la cohesión social en Chile “es la falta de confianza generalizada”, sostiene. “Es un déficit histórico, algo que debería haber mejorado con el progreso económico. Cuando la gente tiene mayor bienestar empieza a mejorar su capacidad de confiar en extraños y eso no ocurre, estamos en 15% pegados, cuando los países desarrollados tienen un 40-50%. Al punto de que si tú no confías en la gente que no conoces, no haces nada con ella, no te asocias. La confianza generalizada es fundamental para producir solidaridad. Y el segundo gran problema de cohesión es la desconfianza en las instituciones. Toda sociedad necesita creer, mínimamente en las instituciones que regulan la vida social y de las reglas que compartimos”.

 

 

¿Podemos hablar de un sentido de pertenencia hacia lo propiamente chileno?

“Sí, de las pocas cosas que quedan en pie y fuertes, es el sentido de pertenencia nacional. El país rechazó de plano el plurinacionalismo y eso muestra la fuerza del sentimiento nacional. Una nación, un territorio, una ley. Y cualquier pretensión de dividir el territorio, o de aplicar leyes diferentes a los chilenos fue repudiada de inmediato, y yo creo fue una de las grandes razones del rechazo.”

 

Pero menos para los jóvenes…

“Se resiente un poco entre los jóvenes. El orgullo nacional es menor, pero existe, está ahí y usted no puede jugar con la bandera chilena, todavía…”

 

 

Creencias

En el contexto de lo planteado por Benedicto XVI en cuanto a que el relativismo en la religión era preocupante, le consultamos al profesor Valenzuela si piensa que hay un reemplazo del catolicismo por un misticismo que no se sostiene en una doctrina determinada, ante lo cual responde enfático que no lo cree. “Lo que hay es una crisis de pertenencia, no de creencia”, sostiene. “Incluyendo a los jóvenes: rechazan las iglesias pero no a Dios. Y esas creencias que se viven suelen ser creencias convencionales. Los jóvenes creen en Dios, creen en Jesucristo como hijo verdadero de Dios, creen en los milagros, en la capacidad graciosa de la Virgen. Entonces, las creencias convencionalmente católicas están ahí, no es que empiecen a creer en cosas demasiado diferentes.”

 

¿Cómo pueden convivir ambas creencias, lo convencional con el misticismo?

“Siempre han convivido, el catolicismo en particular ha sido siempre sincrético, y ha incorporado creencias heterodoxas y ha convivido con el catolicismo popular, que cree en el mal de ojo y cree en que los muertos, particularmente los tuyos, te pueden otorgar gracia. Antiguamente, por ejemplo, se practicaba ampliamente el espiritismo. Viejas totalmente católicas se reunían a convocar a los espíritus de los muertos a ver si aparecían. Entonces el catolicismo siempre ha sido sincrético. Sólo que ahora, las creencias no convencionales son otras. Entonces a mí no me llama la atención esta mezcolanza de cosas que conviven con las creencias convencionales.”

 

No lo ve como un peligro…

“No lo veo como una sustitución.”

A raíz de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, Valenzuela no cree que los jóvenes vayan a ser quienes se metan en la pelea por la memoria. A pesar de que en algún momento cierta juventud comenzó a idealizar a Allende, en su opinión, fue solo un minuto…

 

 

Pero se puede ver un Frente Amplio que nació a raíz de las protestas estudiantiles pero también haciendo uso del clivaje Allende-Pinochet

“Pero se acabó, al segundo día de gobierno se acabó. Boric está haciendo exactamente lo que no hizo Allende. Allende aplicó el programa y desquició al país y no lo pudo reencausar.”

 

Avanzar sin transar…

“Avanzar sin transar. En cambio Boric y esta generación no es revolucionaria, entre otras cosas porque la idea de revolución, no tiene asidero en la realidad. Hace 50 años tú podías refundar el país porque era un país pacotilla (se ríe), pero hoy día, no. Es ridículo, no tiene asidero en la realidad. Como dice Luhmann, la revolución es inviable en una sociedad compleja. Las sociedades cambian de un modo inesperado. Estos chiquillos se dieron cuenta al año de que la historia iba para otro lado. Entonces todo son ilusiones. La ilusión de que tú puedes cambiar radicalmente la sociedad y controlar el cambio social y llevarlo al lugar que tú quieres. Ellos ya tenían experiencia de eso, cuando condujeron el movimiento del 2011. Ese movimiento quería gratuidad en las universidades estatales y lo que consiguieron fue gratuidad en todo el sistema universitario, es decir, básicamente en las universidades privadas. Entonces desencadenan el movimiento para hacer esto y termina exactamente haciendo lo contrario. Porque nadie controla el cambio social.”