El profesor Carlos Peña inició una importante discusión con ocasión de la intervención de Monseñor Chomali en el Te Deum.
Señala Peña (en El Mercurio) que los asuntos en los cuales las autoridades de la Iglesia adoptan posiciones públicamente y que deben ser vinculantes para los católicos en tanto católicos, deben estar circunscritos a cuestiones dogmáticas o de antropología cristiana. Da como ejemplos al aborto y la eutanasia, pues esos fenómenos estarían entrelazados con «aspectos incondicionales» relativos a la condición humana (en este caso, nada menos que al inicio y al fin de la vida).
Concuerdo con su argumentación e incluso con sus conclusiones, mas no así con el acento de su reflexión.
Los denominados «principios no negociables» de la Iglesia son apenas un puñado, y es respecto de estos que la religión católica no admite dos opiniones. Ellos tienen que ver, ciertamente, con asuntos antropológicos, pero que tienen implicancias de variada índole. Es más, del hecho de ser pocos no se sigue que múltiples y diversos asuntos sociales dejen de tener vinculación con esos principios. En verdad, nada humano le es ajeno a ellos. La dignidad de la persona humana y su inclaudicable defensa, por dar un ejemplo de esos principios, tiene que ver tanto con la fragilidad del migrante, la marginalidad del obrero, la enfermedad del anciano, la incertidumbre de la familia de clase media, como con la absoluta indefensión del no nacido.
A propósito del modo en que la opinión de las autoridades de la Iglesia vincula a los católicos, Carlos Peña explica lúcidamente que el ejercicio de la conciencia, para un católico, no se trata de un acto de introspección subjetiva o autoconfirmatoria, sino que es, siempre, un acto de discernimiento en búsqueda de la verdad que se encuentra ahí afuera, y nunca en oposición a ella. Cabe señalar, eso sí, que lo vinculante no emana de la voz de la autoridad que actúa en público, sino de la coherencia de dichas intervenciones con los mismos «principios no negociables».
Con todo, lo relevante no radica tanto en la obligatoriedad de las exhortaciones de autoridades eclesiales, sino en comprender los asuntos de interés de la Iglesia no pueden ser limitados como si fueran una ciencia social más, acotando su campo disciplinario como compartimientos estanco, pues ello deviene en artificial. Por ello es que, en rigor, para un católico todo el discurso de Chomali debe ser seguido tal como Peña sostiene: en conciencia y búsqueda de la verdad y en consonancia de aquellos pocos principios no negociables.
La catolicidad abarca la existencia del universo y de la persona humana y su trascendencia. Por eso, en principio, no habría límite a lo que puede ser iluminado por la Revelación y comprendido por la razón.
Cristián Stewart es director ejecutivo de IdeaPaís. Carta publicada en La Segunda, el 26 de septiembre.